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Al pan, pan, y al vino, vino.

Con la primera copa el hombre bebe vino; con la segunda el vino bebe vino, y con la tercera, el vino bebe al hombre.

El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza.

El miedo guarda la viña.

Los casamientos y las viñas, deprisa

Con pan y vino se anda el camino.

¡Qué súbitas amistades surgen del vino!

El vino siembra poesía en los corazones.

Toma consejo en el vino, pero decide después con agua.

Agua por San Juan, quita vino y no da pan

El arte verdaderamente no es el pan, pero sí el vino de la vida.

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

El entusiasmo es el pan diario de la juventud. El escepticismo, el vino diario de la vejez.

Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.

El matrimonio es al amor lo que el vinagre al vino. El tiempo hace que pierda su primer sabor.

Aquel a quien no le gusta el vino, ni la mujer, ni el canto, será un necio toda su vida.

Si me preguntas para que vine a este mundo, te responderé: para vivir en voz alta.

Tal vez sea un error mezclar vinos distintos, pero el viejo saber y el nuevo bien se mezclan.

Para no ser los esclavos martirizados del tiempo, embriagaos, ¡embriagaros sin cesar! con vino, poesía o virtud, a vuestra guisa.

Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentiras a medias, de ningún modo es una media verdad.

Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.

Un mal escritor puede llegar a ser un buen crítico, por la misma razón que un pésimo vino también puede llegar a ser un buen vinagre.

Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen». Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.

La identidad de una persona no es el nombre que tiene, el lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La identidad de una persona consiste, simplemente, en ser, y el ser no puede ser negado.

Un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y , como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador.