Alejandro Dumas
(1802-1870) Escritor francés. Prolífico autor con 257 volúmenes de novelas, viajes y memorias y de 75 obras de teatro. Sus principales obras son: Los tres mosqueteros, El Conde de Montecristo, La Reina Margot.
Frases célebres
Cuando el amor desenfrenado entra en el corazón, va royendo todos los demás sentimientos; vive a expensas del honor, de la fe y de la palabra dada.
La mujer es como una buena taza de café: la primera vez que se toma, no deja dormir.
No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor.
Si dais la impresión de necesitar cualquier cosa no os darán nada; para hacer fortuna es preciso aparentar ser rico.
¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación.
La vida es fascinante: sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas.
Hay mujeres que quieren tanto a sus maridos que, para no usarlos, toman el de sus amigas.
Para toda clase de males hay dos remedios; el tiempo y el silencio.
Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre; estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas.
El bien es lento porque va cuesta arriba. El mal es rápido porque va cuesta abajo.
Creemos, sobretodo porque es más fácil creer que dudar, y además porque la fe es la hermana de la esperanza y de la caridad.
Las madres perdonan siempre: han venido al mundo para eso.
El hombre nace sin dientes, sin cabello y sin ilusiones. Y muere lo mismo: sin dientes, sin cabellos y sin ilusiones.
¡Aquel tiempo feliz en que éramos tan desgraciados!
Es deber aquello que exigimos de los demás.
La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta.
En política, querido mío, y vos lo sabéis tan bien como yo, no hay hombres, sino ideas; no sentimientos, sino intereses; en política no se mata a un hombre, sino se allana un obstáculo.
El infortunio es necesario también para descubrir ciertas minas misteriosas ocultas en la inteligencia humana.
Hay dos miradas: La mirada del cuerpo puede olvidar a veces, pero la del alma recuerda siempre.
Los amigos que perdemos no reposan en la tierra, están sepultados en nuestro corazón.
No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida.
En amor, quien duda acusa.
El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir.
Hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar!