Gregorio Marañón

(1887-1960) Médico y escritor español.

Frases célebres

Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir.

No sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy.

Casi siempre que un matrimonio se lleva bien, es porque uno de los esposos manda y el otro obedece.

La multitud ha sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por ideas. La muchedumbre no razona jamás.

Tienes más cualidades de lo que tú mismo crees; pero para saber si son de oro bueno las monedas, hay que hacerlas rodar, hacerlas circular. Gasta tu tesoro.

Cada hombre lleva un fantasma de mujer, no en la imaginación que entonces sería fácil de expulsarle; sino circulando en su sangre, y cada mujer un fantasma más o menos concreto de hombre.

La capacidad de entusiasmo es signo de salud espiritual.

El trabajo sin prisa es el mayor descanso para el organismo.

Si la pena no muere, se la mata.

Las oposiciones son el más sangriento espectáculo nacional después de los toros.

La rapidez que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa.

La felicidad es un sentimiento fundamentalmente negativo: la ausencia de dolor.

La ciencia, a pesar de sus progresos increíbles, no puede ni podrá nunca explicarlo todo. Cada vez ganará nuevas zonas a lo que hoy parece inexplicable. Pero las rayas fronterizas del saber, por muy lejos que se eleven, tendrán siempre delante un infinito mundo de misterio.

Aunque la verdad de los hechos resplandezca, siempre se batirán los hombres en la trinchera sutil de las interpretaciones.

Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad.

Los celos son siempre el instrumento certero que destruye la libertad interior y elimina en la compañía toda la felicidad posible.

No son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro. Son, simplemente, distintos.

Lo peor del pícaro es que las picardías que inventa son jocosas, caen simpáticas y parecen perdonables.

La verdadera sexualidad no es el simple acercamiento de los sexos, sino el trabajo creador del hombre y la maternidad de la mujer.

Es una ley inexorable en la vida de los sexos, la acción anafrodisíaca de la costumbre.

Nadie más muere que el olvidado.

La verdadera grandeza de la ciencia acaba valorándose por su utilidad.

El enamoramiento es el peor consejero del matrimonio.

El hombre ha de ser esclavo de la acción si quiere vivir.