Winston Churchill

(1874-1965) Político británico.

Frases célebres

Me gustaría vivir eternamente, por lo menos para ver cómo en cien años las personas cometen los mismos errores que yo.

Las palabras antiguas son las mejores, y las breves, las mejores de todas.

La salud es un estado transitorio entre dos épocas de enfermedad y que, además, no presagia nada bueno.

La cometa se eleva más alto en contra del viento, no a su favor.

Esfuérzate por mantener las apariencias que el mundo te abrirá crédito para todo lo demás.

Aunque personalmente me satisfaga que se hayan inventado los explosivos, creo que no debemos mejorarlos.

Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa.

El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.

Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro.

Cuanto más atrás puedas mirar, más adelante verás.

El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar.

El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria.

Existen tres tipos de personas; aquellas que se preocupan hasta la muerte, las que trabajan hasta morir y las que se aburren hasta la muerte.

La dictadura, devoción fetichista por un hombre, es una cosa efímera, un estado de la sociedad en el que no puede expresarse los propios pensamientos, en el que los hijos denuncian a sus padres a la policía; un estado semejante no puede durar mucho tiempo.

Las citas, cuando quedan esculpidas en nuestra memoria, nos sugieren pensamientos originales; además, despiertan en nosotros el deseo de leer a los autores de los cuales han sido tomadas.

Personalmente siempre estoy dispuesto a aprender, aunque no siempre me gusta que me den lecciones.

Mejorar es cambiar; así que para ser perfecto hay que haber cambiado a menudo.

Evito siempre predecir de antemano, porque es mucho más fácil hacerlo a posteriori.

Los imperios del futuro serán los imperios de la mente.

Nunca rendirse, nunca, nunca, nunca, nunca, en nada grande o pequeño, enorme o minúsculo, nunca rendirse salvo a las convicciones de honor y el buen sentido.