Jean Jacques Rousseau
(1712-1778) Filósofo francés.
Frases célebres
Las cartas de amor se escriben empezando sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho.
Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan.
La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras.
Una de las ventajas de las buenas acciones es la de elevar el alma y disponerla a hacer otras mejores.
El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas.
Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde.
Quitad de los corazones el amor por lo bello, y habréis quitado todo el encanto a la vida.
La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.
Los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía.
Un hombre honrado no encontrará jamás una amiga mejor que su esposa.
Si hubiera una nación de dioses, éstos se gobernarían democráticamente; pero un gobierno tan perfecto no es adecuado para los hombres.
Trabajar constituye un deber indispensable para el hombre social. Rico o pobre, poderoso o débil, todo ciudadano ocioso es un ladrón.
Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce.
El alma resiste mucho mejor los dolores agudos que la tristeza prolongada.
La clase de felicidad que necesito es menos hacer lo que quiero que no hacer lo que no quiero.
Un buen padre vale por cien maestros.
No conozco mayor enemigo del hombre que el que es amigo de todo el mundo.
Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas.
El hombre que más ha vivido no es aquel que más años ha cumplido, sino aquel que más ha experimentado la vida.
La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla.
Las injurias son las razones de los que tienen culpa.
Ser adulto es estar solo.
Nadie puede ser feliz si no se aprecia a sí mismo.
La igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, nininguno tan pobre que se vea necesitado de venderse.