Victor Hugo
(1802-1885) Novelista francés.
Frases célebres
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano.
La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo.
Los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta la juventud de la edad madura.
¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta.
Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien.
La melancolía es la felicidad de estar triste.
La libertad es, en la filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en la política, el derecho.
Los ojos no pueden ver bien a Dios, sino a través de lágrimas.
A nadie le faltan fuerzas; lo que a muchísimos les falta es voluntad.
Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga.
La libertad de amar no es menos sagrada que la libertad de pensar. Lo que hoy se llama adulterio, antaño se llamó herejía.
Hay tantas mujeres bellas, pero no hay perfectas.
En los ojos del joven, arde la llama; en los del viejo, brilla la luz.
Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas.
El alma tiene ilusiones, como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene.
Cuando el amor es feliz lleva al alma a la dulzura y a la bondad.
La conciencia es la presencia de Dios en el hombre.
Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas.
Cuando el niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma.
A las mujeres les gusta sobre todo salvar a quien las pierde.
Inspiración y genio son casi la misma cosa.
El ojo ve bien a Dios solamente a través de las lágrimas.
El hombre tiene el amor por ala, y el deseo por yugo.